“Es antiético, en todo sentido, discutir por la cifra de niños
muertos por desnutrición…”
Que muera un niño wayuu es enterrar nuestro futuro, que muera un
anciano wayuu es entregarle nuestra memoria a las manos del olvido. Los medios
de comunicación han llenado de páginas enteras noticias sobre la muerte de
niños wayuu por causa de la desnutrición y el abandono del Estado. Usualmente
la palabra para dramatizar las noticias es la misma: INDIGNACIÓN.
Se indigna el usuario de Facebook dándole “Me Gusta” a las
publicaciones, se indigna el político que se abraza con los autores del crimen
a nivel nacional, regional y local. Y el resultado de la indignación es
proporcional al olvido que vivimos en un país donde es más importante la
noticia de un reinado, que la captura de los aliados de quienes han participado
del genocidio al que es sometido mi pueblo. Se indigna el dirigente que
aprovecha la marea de la indignación para pescar un contrato de suministro de
alimentos o algo parecido. Se indigna el ciudadano desprevenido que también
aplaude la sagacidad con que el delincuente huye de la justicia.
Miro otras realidades y me entero que en muchas partes del mundo
hay desnutrición infantil, hay corrupción y el cambio climático ha golpeado
formas de vida de cantidades personas de distintas culturas, en diferentes
partes de nuestro planeta. Quizás el caso de La Guajira es el más llamativo por
la reproducción de esquemas que no permiten el desarrollo humano de los
habitantes de la península. Nadie entiende por qué falta agua potable teniendo
planes departamentales de agua en los sucesivos gobiernos de La Guajira, con
más de media frontera inundada de mar y El Cerrejón gastando diariamente más de
35 millones de litros de agua en sus procesos de extracción de carbón; nadie
entiende por qué siendo la etnia más numerosa de Colombia, no tenemos ni
senadores ni representantes que griten nuestros lamentos; nadie entiende por
qué criticamos a los dirigentes de Uribia y los votamos de manera masiva en
elecciones…
Se habla de 2 mil, 4 mil, y hasta 15 mil niños muertos por
desnutrición, pero no se cuenta a los niños vivos que padecen esa tragedia,
tampoco a las madres gestantes en estado de desnutrición; quizás el
asistencialismo oficial ha desplazado formas originales de autogestión y
solidaridad entre los wayuu, quizás los recursos entregados por el gobierno
nacional y las nuevas formas de representación han desplazado a los legítimos
dueños del destino de la Nación wayuu… Quizás ya sea hora de mirarnos al espejo
de nuestra realidad por primera vez en nuestra historia.
Es posible que al final de este año, uno de los juguetes que
algún espíritu filantrópico trajo a La Guajira termine sin dueño, quizás porque
otro niño haya muerto por desnutrición o porque la anemia le quite las ganas de
jugar. Mientras tanto, más de un indignado le dará “Me Gusta” a las fotos de
posesión de los hijos, herederos o socios de los determinadores de la tragedia
social que se vive en el Departamento de La Guajira.
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