sábado, 27 de mayo de 2017

RAZONES DE LA INDIFERENCIA EL ARCHIVISTA COLOMBIANO FRENTE A LOS PROCESOS GREMIALES

Hay tres grupos de archivistas: los que se indignan por el nombramiento de un Historiador como director del Archivo General de la Nación, los que son indiferentes al nombramiento y los que ni se enteran de dicho nombramiento. Al primer grupo correspondería el 10% de los archivistas colombianos; al segundo y tercer grupo, el porcentaje restante.

Lo anterior nos obliga a preguntarnos ¿cuáles son las causas de la indiferencia del archivista colombiano ante los procesos gremiales y organizativos?

En un rápido sondeo con colegas archivistas, la primera palabra que surgió para describir el fenómeno de la indiferencia del archivista, fue: egoísmo. Actualmente los archivistas se caracterizan por la apatía hacia aquello que implique trabajo en equipo, organización colectiva y unidad de criterios para actuar conjuntamente para el desarrollo de acciones que beneficien al gremio; se es egoísta al no compartir experiencias, conocimientos y oportunidades, prueba de ello es que a la fecha no existe unidad de criterios en la interpretación e implementación de normas y procesos técnicos archivísticos (p.e. el concepto técnico sobre una tabla de retención revisada por dos profesionales diferentes), lo cual trae como resultado reprocesos y esfuerzos económicos para las organizaciones (“actualizar una tabla de retención, es hacerla de nuevo”, se dice comúnmente).

Se critica, por ejemplo, a la Sociedad Colombiana de Archivistas como si esta fuera un ente abstracto que debe desarrollar acciones milagrosas en defensa del gremio, sin ningún esfuerzo económico o administrativo de por medio; se exige acción gremial, sin ser partícipes de las reuniones y actividades que se realizan en pro del desarrollo profesional.

La esencia de todo lo anterior es el resultado de dos aspectos que conocemos ampliamente, pero que nos negamos a admitir para avanzar: la incapacidad de reconocer al otro y la forma como la gran mayoría de archivistas llegan a esta profesión:
1.    En primer lugar está la incapacidad de escuchar al otro, el afán protagónico y la certeza de “mi verdad absoluta”, es tal vez lo que no ha permitido construir comunidad, la generosidad para intercambiar experiencias, información, conocimiento y oportunidades. Prueba de ello es la falta de evolución en los procesos documentales de las organizaciones por donde han pasado diferentes profesionales archivistas, o la resistencia a construir colectivamente.

2.    En segundo lugar, se debe admitir, que a esta carrera (administración documental, ciencia de la información, sistemas de información, o como se llame) se ha llegado por medio de una oportunidad laboral y no por la vocación de ser gestores o custodios de la información contenida en soportes pasados, presentes y futuros; casi todos los archivistas (técnicos, tecnólogos, profesionales, posgraduados), fueron auxiliares de archivo o trabajadores ocasionales de algún proyecto de archivo o en alguna unidad de información, lo cual hace que se vea esta profesión como la oportunidad para escalar a nivel de cargo o salario, o para generar negocio. Y que, por lo tanto, no se le debe nada a la sociedad.

Visto lo anterior, quedan dos caminos por andar: resignarse al pasado, o pensar en los nuevos tiempos para el futuro gremial del archivista colombiano. Sobre el primer camino, solo queda redactar las memorias del gremio; sobre la segunda se avizora un ejército de jóvenes archivistas colombianos ávidos de construir memoria en el posconflicto, a quienes se les debe enseñar una nueva ética de compromiso y respeto con y por sus colegas y la profesión; ello es posible con el compromiso institucional de las escuelas de formación, el gremio, las organizaciones gremiales (como la Sociedad Colombiana de Archivistas) y los profesores que transmitan la pasión por el quehacer archivístico.

Ignacio Manuel Epinayu Pushaina

@ignacioepinayu

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