martes, 3 de enero de 2012

LOS JOVENES EN LOS PROCESOS SOCIALES, MÁS ALLÁ DE LOS DISCURSOS PROSELITISTAS.

Hablo de tus jóvenes, de mis jóvenes, de nuestros jóvenes.

A propósito de tres noticias que he leído: radicación del proyecto de estatuto de la juventud en el congreso de la república de Colombia, un informe de la ONU sobre el embarazo juvenil como una de las causas de la pobreza en América Latina y el ultimo correo de la Unesco “como los jóvenes cambian el mundo”, me atrevo a escribir sobre jóvenes.

Aunque no hay puntos en común sobre que es ser joven, y aunque yo mismo me considere joven y aún corra los 100 metros planos en 10 MINUTOS, me parece que la edad de la juventud inicia más o menos a los 16 años y finaliza a los briosos 30 (no se desanimen, que quedan unos años de coletazos de ese feliz huracán).

Lo anterior para referirme al discurso de la juventud en las campañas políticas en mi tierra natal. Efectivamente, dos campañas han hecho uso del discurso de la juventud, con el mismo lema: “los jóvenes no sólo están para pegar afiches”. El tema de la juventud no es solo proselitista, va más allá de las elecciones de octubre, es mucho más que un discurso y un eslogan de campaña; es analizar los problemas, retos y oportunidades en el cual se encuentran inmersas las realidades de los jóvenes (alcoholismo, prostitución, desempleo, exclusión social…), se requiere realizar el análisis, formulación y ejecución de una política pública real, con la participación activa y voluntaria (sin sectarismos, sin prevenciones!) de los jóvenes, incluyendo la creación de una oficina en cabeza de un joven!.

Uribia necesita de jóvenes que puedan criticar su entorno y contribuir a mejorar las condiciones sociales y económicas, es necesario aprovechar ese valioso recurso que son las energías y ganas de cambiar el mundo que tiene la juventud (hombe, yo también tuve 20 años!). Implica mirar a los jóvenes desde sus potencialidades, saber que les gusta y cuales son sus talentos, y como ese gusto y ese talento puede aportar en la construcción de una sociedad más incluyente y menos indolente con los excluidos.

No se necesita de una masa acéfala que replique modelos anticuados y mañosos; actuar con miopía, cacicazgos y egoísmos propios del siglo XX no es el camino para construir el presente y futuro de Uribia. Es necesario analizar y construir el modelo de sociedad que los jóvenes actuales quieren para las nuevas generaciones; implica desarrollar estrategias de emprendimiento, uso del tiempo libre, desarrollo de competencias y habilidades. Un trabajo nada fácil que no depende exclusivamente de la administración municipal, sino de los diferentes actores sociales, políticos y económicos de Uribia.

De manera que si bien es cierto que los jóvenes no están “sólo para pegar afiches” (frase de combate de jóvenes urbanos, donde es común pegar afiches y no de la costa caribe, donde se pintan paredes en los lanzamientos de discos y la promoción de candidatos), tampoco están para ser usados hasta el 30 de octubre y volver a caminar las calles de Uribia como después de un festival…

IGNACIO MANUEL EPINAYU PUSHAINA

C.C. 5.185.122 Uribia.

ELLOS REPITEN LO MISMO Y NOSOTROS LO ACEPTAMOS COMO DESTINO: URIBIA CON DOS GENERACIONES EN EL ATRASO.

Compadre, ayúdame con tu voto, te voy a tené en cuenta cuando gane”, un candidato.

Con “diecinueve (19) hallazgos administrativos, once (11) de ellos con alcance disciplinario, los cuales serán trasladados a las autoridades competentes; y dos (2) funciones de advertencia”, por presunto mal uso de las regalías directas de la vigencia 2009 (Informe de de auditoría Gubernamental de la Contraloría Delegada para el sector de Minas y Energía); presunto detrimento patrimonial en el uso de los recursos del Sistema General de Participación cercano a los mil millones de pesos (Periódico Al Día, 1 de agosto de 2011; vease además: http://www.diariolanoticia.com/generales/regionales/5251-uribia-podria-perder-el-manejo-del-sistema-general-de-participacion.html), con un deplorable sistema de alumbrado público, escasez de agua en los hogares más humildes y necesitados y múltiples problemas sociales y económicos, culmina la administración actual y se inicia la lucha por la alcaldía de Uribia con 4 candidatos del pueblo.

Cuatro candidatos que aunque quieren ser distintos se parecen en muchos puntos: el desprecio por la gente del común, sólo se habla con los líderes (léase caciquitos electoreros); sin programa político que sustenten porque quieren ser alcaldes, aunque algunos enuncian tímidas propuestas, no dicen cómo hacerlo (Biblioteca digital, sin antes hablar de cómo solucionar el tema de conectividad); culpan a loscachacos (gobierno central) de los posibles males de una eventual alcaldía, “los cachacos se llevan nuestras regalías, nos dejan sin plata”, dice uno; andan en toyotas-burbuja (con placas venezolanas para ejercer soberanía nacional) con vidrios polarizados y pocas veces caminan por las calles de Uribia y para acceder a ellos hay que pedir cita; hay que ofrecerle los votos, no son ellos los que buscan al electorado; dos de ellos han trabajado con la administración municipal en diferentes instancias (consejo y alcaldía) y uno es candidato de la administración, uno acude a la juventud para promocionarse haciendo uso de las viejas prácticas tradicionales, otros a su condición de wayuu, pero nunca se ha escuchado un discurso en wayuunaiki y de reivindicación de lo wayuu…

Mientras con caminatas y tomas de calle, caravanas de carros y equipos de alto sonido, ellos (los candidatos) muestran su “trabajo”, la falta de agua es desesperante, la falta de empleo es tan cotidiana como el sol que quema inclemente la espalda de los ciclotaxistas, los wayuu (los “radicales sencillos” de Maleiwa Habla) son olvidados hasta por sus propios líderes (realicé alrededor de 30 entrevistas que lo sustentan), ellos son los ignorados e ignoran el sentido de esta fiesta proselitista, los ingresos por regalías se han reducido, la contratación ha carecido de planeación, organización, dirección y control, el municipio no cuenta con un inventario actualizado de sus bienes devolutivos, la información catastral es inexistente, la evasión de impuestos es normal, la página web es obsoleta y redundante, las redes de acueducto y alcantarillado tiene serios problemas de obsolescencia (fuente: http://www.roboroz.ca/uribiafiles/uribia-general.htm). De tal manera que Uribia se encuentra sumido en un retraso social, cultural y económico de dos generaciones, lo digo con la certeza de volver a jugar futbol y hacer cometas con los hijos de aquellos niños que dejé hace 18 años…

Desde ese lejano 1993, me parece haber visto los mismos problemas y las mismas promesas, me parece también ver las mismas caras resignadas a presenciar esta periódica fiesta electoral... Mientras tanto en una pared, en Manaure hay un aviso que dice “Se vende agua dulce de Uribia”, mientras tanto las mantas y sombreros ondean detrás de los carros de los candidatos y un presentador anuncia emocionado la llegada de otro candidato como si narrara un partido de futbol… Es Uribia, “la tierra de los chinitos”, “la tierra que brilla”, donde “llueve arena”, visítenla antes de que se acabe en la miseria de sus propios sueños y la prosperidad de las realidades ajenas…

IGNACIO MANUEL EPINAYU PUSHAINA

C.C. 5.185.122 Uribia

NO SOLTAR LA PALABRA, NO SILENCIAR NUESTRA HISTORIA

Hay palabras calientes y palabras frías; palabras desafiantes y palabras apacibles…

Un criador y adiestrador de caballos de carrera, un fabricante de instrumentos musicales tradicionales, un comerciante, un experto en plantas curativas (no es médico tradicional o chamán), un transportador en medio del desierto, un líder político.... Cada uno tiene al menos una destreza en la ejecución de un instrumento tradicional o un baile o es narrador de historias. A pesar de los diferentes oficios ejercidos en su cotidianidad, los une la pasión y la autoridad por la palabra. Son los palabreros (pütchipüü), la última reserva moral del universo cultural wayuu.

Es la palabra (Pütchi) el refugio y el cuartel donde se edifica el inmenso imperio cultural llamado “Sukuaipa Wayuu” (“la manera wayuu”), también es el vehículo mediante el cual se construyen hermosas frases y metáforas de este mundo que se resiste a ser igual a todos, esas mismas metáforas que explican la armonía del sistema normativo wayuu. Y son los palabreros los principales exponentes de ese sistema normativo. Hay palabreros que usan lenguajes poéticos, filosóficos, históricos, anecdóticos, genealógicos, mitológicos… Hay palabreros con gafas, sombreros tradicionales y el tradicional asheipalaa (nada de sheipara!) que visten de manera ceremonial en diferentes eventos (visitas, reuniones, arreglos, llevar o traer palabra, fiestas, velorios…), llevan su atuendo con la cotidianidad de sus palabras, con la sencillez y contundencia de sus argumentos.

Con la paciencia de los años, van construyendo a través de sus experiencias el esquema adecuado para solucionar controversias, malos entendidos, agresiones, violaciones a principios de convivencia y respeto entre clanes. No cualquiera (aunque muchos lo quisieran) tiene la valentía de cargar en sus hombros la responsabilidad histórica de mantener la armonía social entre los clanes y sus individuos: se necesita tener la entereza para recibir malos pensamientos de los inconformes (Alerrajaa), la paciencia para mediar entre las exigencias de los afectados y la intransigencia de quienes han de compensar las faltas cometidas.

Hilan sus argumentos e ideas marcando la tierra con sus “bastones de la palabra”, siendo para ellos importante reunirse bajo la misma enramada, para intercambiar palabras y escupir la misma tierra que marcan. Los niños revolotean juguetones y las mujeres asienten para reforzar una historia o un testimonio contado. Los jóvenes escuchan y marcan cada pausa, cada gesto…son jóvenes que escuchan, pero hablan poco el wayuunaiki, ya les vendrá el turno de asumir el reto de no permitir que se suelte la palabra.

Extrañan (Asukaawa) reunirse, palabrear, recordar como cuando jóvenes también usaban la palabra para arrancarle un destello de sonrisa a la vida. Han perdido sus chivos en su ausencia y aún así siguen insistentemente en la tarea de reunirse en torno a la palabra, piden al unísono espacios donde esparcir la palabra, porque sienten que ya están próximos los días en que silenciarán sus voces (no es fatalismo!). Quieren evitar que el viento se lleve las palabras, por el contrario la quieren acunar en los oídos y la conciencia de las nuevas generaciones y así evitar que esta bella historia termine en el reino del silencio.

Insisten en “no soltar la palabra”. No soltar la palabra… escuchar atentamente, agudizar los sentidos y reposar el alma para entender cada palabra pronunciada, cada metáfora construida, estar atentos a los detalles, a las expresiones y contemplar como el mundo se detiene con la fuerza de las palabras. No hacerlo implica correr el riesgo de perder la mejor palabra, la mejor frase expresada, la mejor idea lanzada al aire…

Ellos (nosotros si?), no necesitan de diplomas o certificaciones que los acredite como maestros de la palabra, no necesitan de códigos o leyes escritas para sostener nuestra historia; tampoco necesitan migajas institucionales, han probado que con el aporte voluntario y solidario (eitirra) pueden reunirse en torno a la palabra; tan sólo necesitan que las nuevas generaciones no suelten la palabra.

El mejor homenaje desde nuestra cotidianidad, es el respeto hacia ellos, ese respeto inculcado desde los albores de nuestra existencia. Que los cargos, los títulos y los logros de lo alíjuna no permitan que nos “igualemos” a ellos; si irrespetamos a los mayores de hoy estaremos autorizando a los niños para que irrespeten a los mayores que seremos mañana…

Mientras se escribe un informe a un organismo nacional o internacional en nombre de los “viejos”, se edita una cartillita, se plagia un proyecto, se pinta una pared para ser fotografiada, se redacta esta nota o Maleiwa Habla insulta al mundo y sus alrededores; ha nacido un potrillo, han brotado las hojas de plantas curativas, el comercio espera, las mantas y wayucos esperan ser transportados y una flauta espera ser afinada… Mientras eso sucede, la palabra revolotea inquieta por todos los rincones del territorio ancestral, esperando ser escuchada para recrear una vez más la grandeza de nuestro destino como Nación.

Amigos de todas las generaciones y linajes: no soltemos la palabra, contemos-le a nuestros hijos, nietos y sobrinos que la palabra espera y no quiere ser soltada…

IGNACIO MANUEL EPINAYU PUSHAINA

C.C. 5.185.122

UN FESTIVAL DE LA CULTURA WAYUU CON MUCHOS ACORDEONES

A mis amigos, con quienes compartí palabras y abrazos…

Es viernes y llegué a la tierra que brilla con la expectativa de leer el festival versión 2011, leerlo de forma desprevenida como lo haría cualquier visitante que no ha leído la nota de Maleiwa Habla (“el festival de la cultura wayuu?”), después de todo llegar prevenido implicaba el riesgo de aguar la fiesta y agua es lo que sobraba en Uribia…

Bienvenidos al festival!. Águila-sin-igual-y-siempre-igual, patrocinador oficial. Con ventas al menudeo, al por mayor, en las enramadas, en los puesticos de cerveza, en cavas, en mochilas, en la caseta misma de Águila… El primer mensaje de cortesía: “el que se sienta en las sillas, tiene que consumir…”. Y suenan los tambores en el concurso de la kasha, también el concurso de instrumentos tradicionales; luego la lucha libre con jurados wayuu y el desorden de los delegados y organizadores. Entre tanto las enramadas son sometidas a procesos de impermeabilización, porque a pesar de la lluvia de la tarde, los chivos, las cervezas (Aguila!), el olpar, están listos para ser degustados por ilustres visitantes y también no ilustres que tengan plata.

Ha dejado de llover, por ahora, y es necesario esquivar los charcos de agua, porque se ensucia la pinta…

Y suenan los acordeones!, en un frenesí nocturno, con la complicidad de la lluvia que ha dejado de caer, se presentan 6 conjuntos vallenatos (sin contar los teloneros) de primer nivel, los de moda, los que lanzaron discos, después de todo el festival se sabe si es bueno cuando llegan los grupos musicales de moda… Y para qué tantos conjuntos de moda?. En primer lugar la gente puede tener hambre, sed, puede estar pasmada, pero si le ponen diversión y distracción se obnubila y olvida sus tragedias personales. En segundo lugar, sirvió para promocionar amplia y sin asomo de rubor al candidato de la actual administración, después de todo “Uribia sabe lo que quiere”. Cierto: no hay proyecto, ni programa, ni ideas claras, no hay discursos ni argumentos, pero hay candidato y plata…

El concurso de las majayut, con participantes de diferentes rincones de la nación wayuu, prueba que las nuevas generaciones wayuu han investigado sus historias y tradiciones, y las exponen con orgullo. Con la exhibición de yonna, se demostró una vez más que la sensualidad de la mujer wayuu es mágica y ensoñadora, los coqueteos son sutiles, muy lejanos de la sonrisa boba de los bailes ensayados… Habrán notado los jurados ese lenguaje poético?. Ganó Siapana, pero en mi concepto las candidatas de la Escuela de Policía (Escuela Caporinche, el de la historia, no el que se suicidó en facebook) y del Estado Zulia eran las mejores.

Sigue lloviendo, ni modos, hay que meter los pies en los charcos…

Los eventos académicos fueron lo más valioso, en mi concepto, en esta versión del festival. En la primera parte, sobre el sistema normativo wayuu se dieron cita grandes académicos (nuestros!) y personalidades, con puntos de vista que enriquecen y esclarecen el tema del Sistema Normativo Wayuu, la declaratoria, el papel presente y futuro de la Junta Mayor Autónoma de Palabreros. Palabras a favor y en contra, comentarios y propuestas intolerantes de participantes que se resisten a una probable pérdida de hegemonía con la entrada de un sistema normativo wayuu en Uribia. Voces que desconocen la territorialidad ancestral y la presencia de un 95% de wayuu habitando la capital indígena de Colombia. No asistí al segundo evento (medios de comunicación), pero según me cuentan hubo una férrea defensa de los realizadores, gestores y profesionales indígenas en la materia, el mensaje: “nosotros y nadie más que nosotros puede transmitir con fidelidad, la visión indígena”.

Y la lluvia que no para de llover durante el día, los destapadores tampoco…

Tres días de parranda, tres días de mantas y mochilas… mientras tanto, los personajes anónimos de este espectáculo siguen siendo los wayuu, los lidercillos los representan, es el peligro de la representatividad. Ellos, los wayuu, caminan como fantasmas invisibles ante la mirada de turistas y visitantes del festival, sonríen tímidamente ante semejante espectáculo realizado en su nombre. “Sainjala alíjuna” (Es cosa de los alíjuna), afirman.

Es lunes festivo, la lluvia ha parado, el sol trae en sus rayos una ola de calor que seca los charcos y el techo de las enramadas desoladas; latas y botellas invaden la plaza Colombia, los borrachos deambulan por la plaza buscando con que mitigar el guayabo; otros no alcanzaron a salir de la plaza y duermen plácidamente, después de todo el festival se da una sola vez en el año.

Mientras tanto, en un extremo de la plaza un borracho duerme bajo el inclemente sol, abrazado a su bicicleta, con un pie metido en el charco de agua…

IGNACIO MANUEL EPINAYU PUSHAINA

C.C. 5.185.122

ANOUJAA: EN QUE CREEMOS LOS NIETOS DE JUYÁ.

“Nojoo püsirrein taya yotshi, anoujüshi tayá/ No me ofrezcas trago, soy creyente”. Un testigo de Jehová en wuinpümüin.

Notas. 1. La presente nota contiene puntos de vista de Daza Villar en “Hijos de Dios y de la Constitución”, algunos comentarios de David Guillermo y las reflexiones propias del autor. 2. Esta nota respeta la libertad de creencias, pero critica los planteamientos que niegan la existencia de un sistema cultual como medio para imponerse.

Maleiwa es un personaje insignificante en las narraciones (Perrín) y en la cotidianidad wayuu, tal vez sea un relato introducido para hacernos creer que nuestros ancestros caminaron cuarenta años por el desierto y comieron maná en vez de tulujashi; el himno nacional de Colombia en su primera versión (oh rrorria mayarurasa…) fue un intento vacío por sembrar el sentimiento de patria en un pueblo con identidad propia. Tales afirmaciones tienen en común tres elementos foráneos que han atentado sistemáticamente contra la existencia de la Nación wayuu: Estado, Educación y Religión.

Ante los vanos resultados de reducción de los wayuu, mediante arcabuces y caballos, los nacientes Estados, en especial Colombia, se aliaron con la iglesia católica para salvar las almas de los indios salvajes y hacerlos hijos de Dios (católicos devotos, creyentes y sumisos ante un sistema de creencias externo levantado sobre la negación de un sistema cultural propio) y de la Constitución (es decir, hacerlos ciudadanos e integrarlos a la vida civil). Las primeras misiones se hicieron recorriendo el territorio wayuu y en cada ranchería llevaron el mensaje de salvación, los abnegados salvadores de almas acudieron a su sonrisa piadosa para convencer de las bondades de la santa madre iglesia. Lo anterior fue un acto fallido, debido al extenso territorio, la dispersión de las rancherías y las autonomías de cada linaje (Daza Villar).

Al ver que todo esfuerzo por catolizar adultos fue inútil (viejos tercos!), usaron los internados indígenas en diferentes puntos del territorio ancestral (anclajes de civilización), fue la educación en los internados donde se avanzó tímidamente en el proceso asimilacionista. En los internados se cortaron los largos cabellos de niños y niñas, el encierro de las adolecentes fue segmentado en periodos establecidos por los curas y no por las tradiciones ancestrales, la práctica de los sueños fue reemplazada por las profecías bíblicas y evangelios, la socialización de los sueños fue cambiada por las laudes y oraciones matutinas; la compensación de las faltas fue reemplazada por el perdón y el principio de solidaridad dio paso a la compasión como práctica social. En los internados los asheinpalaa(y no el alijunizado sheinpara), los siirraa y los kousü, fueron cambiados por camisas, pantalón y zapatos…

En su largo recorrido por el territorio wayuu los padres capuchinos entendieron que la evangelización debía ser de largo plazo, como es costumbre en las comunidades indígenas; entendieron que los niños internos serían los futuros padres (y madres!) y futuros educadores de la nueva extirpe de seguidores de cristo (Ay Jesús… si supieras todo lo que han hecho estos manes en tu nombre!...).

Y resulta que en 1915 se celebró el primer matrimonio católico de parejas wayuu (Daza Villar). Tal vez sea la primera noticia que se tenga de un evento mediático en nombre de lo wayuu (30 matrimonios!). Tal como fue previsto, en los nuevos matrimonios católicos fueron protagonistas los antiguos internos, cooptados en su infancia para creer en nuevos dioses, en nuevas prácticas culturales “civilizadas”, entrenados para enseñar a leer y escribir, para enseñar en su cotidianidad el nuevo mensaje de salvación, instruidos para enseñar el padrenuestro y el avemaría.

En los albores del siglo XXI, con una constitución que reconoce lo multiétnico y pluricultural, con tecnologías de la información y las comunicaciones, ha cambiado el panorama?.

Los internados se mantienen con los nuevos instruidos en la creencia en Maleiwa, aparecen nuevas religiones (los mensajeros de Jehová, los seguidores de Alá y los fanáticos del socialismo del siglo XXI…) tan perversos como sus antecesores, recursos de transferencia que son feriados y parrandeados, aplicación de políticas etnoeducativas que son negociadas en nombre reivindicaciones históricas fallidas y obsoletas, seudolíderes que copian y pegan fotos y citas impunemente en cartillitas mientras hablan del apoyo de viejos que nunca han escuchado en wayuunaiki, un Estado que traduce articulitos de la Constitución en wayuunaiki desconocida por los wayuu que habitan el inmenso desierto, una Ley de Lenguas Nativas explicada en alijunaiki (y traducida en wayuunaiki), políticos y politiqueros que en cada evento proselitista hablan de lo wayuu en alijunaiki para los alíjuna, puesto que el wayuu ya está arreglado por el cacique electoral o por una ronda de maíz, café y panela.

A pesar de tan desolador panorama, existe la certeza de que en la inmensidad del desierto, aún viven unos silenciosos guerreros de la historia que todavía sueñan, no esperan mucho de las nuevas generaciones, hablan con la naturaleza para compartir con ella sus cotidianidades, sonríen sabiamente ante la sonrisa nerviosa de los nuevos evangelizadores y las palmadas hipócritas de los mensajeros del desarrollo y el progreso; es por eso que mientras exista un sueño, un lugar pulowi, una flecha de juyá atravesando el silencio del desierto, un sueño extraviado en procura de ser contado, un muerto esperando ser huésped de Jepirra, siempre habrá motivo para recordar en nuestros agites cotidianos que somos el resultado de un gran sueño en espera ser escrito y materializado. En eso creemos los nietos de Juyá.

Mientras tanto, en cada cementerio, en cada tumba se erige una cruz como símbolo de la intolerancia de una cultura que no impedirá que nuestras almas cabalguen silenciosas hasta el camino de los indios muertos…

Que tengan buenos sueños.

IGNACIO MANUEL EPINAYU PUSHAINA.

C.C. 5.185.122

MALAS NOTICIAS: SABEMOS LEER Y ESCRIBIR EN WAYUUNAIKI Y ALIJUNAIKI

A los que regirán los destinos de la tierra que brilla, lean que eso no duele.

Noventa y cinco por ciento!, eso es mucha gente, comparada con el 5% que decide los destinos de un pueblo que se niega a sí mismo y se añora en los festivales y presentaciones artísticas y culturales. Bueno, habría que subir un poquito el porcentaje con aquellos seudolíderes (que no se enoje MaleiwaHabla, lo estoy citando) que usan su miopía política e intelectual para mendigar eternamente los favores recibidos por tan excelente grandeza (el alcalde de turno!), después de todo comer shapülanay tomar chirrinchi es cosa de paisanos.

Con los primeros festivales se fue rezagando la idea de que los wayuu estábamos incluidos en la lista del desarrollo y el progreso (les informo que he leído todos los indicadores de su desarrollo y progreso, me baño con tobo y totuma cuando voy a casa y compro hielo en bolsa), también se fue desdibujando la sonrisa boba de quienes con su diplomacia de medias verdades pretendieron cooptarnos para ser acólitos ciegos de sus propósitos mezquinos en nombre de lo wayuu.

Atrás quedaron los tiempos en que lo wayuu era solo manta y mochila, donde había que buscar un solo interlocutor ante una entidad del Estado u organismo internacional, donde tocaba hacer escuela y evitar la critica a los líderes (seudolíderes según Maleiwa Habla), so pena de ser vetado y señalado como ajeno a la “causa”, donde las foticos montadas eran la verdad absoluta; ahora sabemos leer y escribir y cuando lo digo es en serio, veamos porque:

Wanee (uno). Para la institucionalidad y el imaginario guajiro, los wayuu siempre fuimos invisibles, como fantasmas que habitan necia y eternamente el paisaje cultural del inmenso desierto, sin derecho a opinar y decidir, excepto para decir si a los propósitos e intereses foráneos. Si en algún momento se escuchó decir que un presidente quería mucho a la Guajira, pero sin los guajiros, estoy convencido que el guajiro quiere mucho a lo wayuu, pero sin los wayuu. Fuimos invisibles hasta que necesitaban la manta y la mochila para vender la imagen de la cual no están convencidos, si no fuera así no habría más del 96% de la población Uribiera con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), donde el 95% es wayuu, un hospital del primer nivel para más de 100.000 personas y más de DOSCIENTOS MIL MILLONES DE PESOS recibidos en solo recursos de regalía en diez años!... Ahora sabemos que lo wayuu es más que mantas y mochilas, lo han contado nuestros abuelos (en wayuunaiki) en sus múltiples relatos: somos todo aquello que puede sobrevivir a las telas y los hilos, somos esencia y espíritu que trasciende y se mantiene firme ante políticas asimilacionistas y credos rebuscados de cerebros lavados de algunos miembros de nuestra Nación Wayuu, somos una lengua viva que desconoce expresiones alijunizadas en su pronunciación (p.e. araurayu).

Piama (dos). Siempre había que buscar a líderes que intercedieran por nosotros y nuestras peticiones ante organismos nacionales e internacionales. Esos mismos líderes (no todos, por supuesto!) que ahora son achepchia de otros (recordemos que antiguamente los achepchia, servían ciegamente a otros wayuu), niegan ahora el acceso a la información y al diálogo respetuoso de sus hermanos wayuu con la institucionalidad, por temor a perder el espacio mendigado (perdón, ganado); mientras ellos piensan de ese modo, ahora conocemos los mecanismos de participación y aprendimos a hablar perfectamente alijunaiki (y otros idiomas!) y las formas de relacionarnos con los otros de manera cordial y respetuosa, también sabemos redactar textos y evitamos copiar y pegar lo escrito por otros, y sabemos leer e interpretar informes e indicadores.

Apünüin (tres). Antes se contaban las mismas anécdotas, los mismos chistes y se usaba el mismo lenguaje para pertenecer a una organización, una sola crítica era causal de excomunión y camino al ostracismo de los sueños de nuevos liderazgos. Ahora crecimos para contar nuestros propios sueños y como tal criticamos a quienes nos parecen que no están obrando bien y sonreímos ante un buen logro. Criticamos con la fuerza del argumento y con la certeza de que para construir procesos colectivos no se requiere de autorización de ningún seudolider, pero sí de nuestros viejos, no sólo de los viejos cuyas fotos plagian impunemente los seudolíderes en informes y cartillitas, sino también de los ancianos que silenciosamente hacen de su cotidianidad un verdadero y auténtico acto de resistencia (otra vez, Maleiwa Habla).

Pienchi (cuatro). Cuando digo que sabemos leer y escribir es porque hemos superado la arcaica tradición de decodificar letras y signos, así como el ejercicio de hacer trazos para repetir “mi mamá me ama, mi mamá me mima”. Podemos leer los propósitos, las entrelíneas y la sonrisa nerviosa de quienes no pueden convencernos con sus palmaditas en la espalda, recurriendo a la guajiridad como elemento común; podemos leer que en medio de informes e indicadores copiados, Uribia tiene un pésimo sistema de alumbrado público, un desorden de planificación urbana, una decadente e impune atención en salud, una terrible conectividad (mientras se habla de “autopista de la información”, en Uribia hay “trochas de información”); las bolsas de cemento no han bastado para convencernos del progreso y desarrollo; las camisetas y carros con frases trilladas no han sabido explicar un eventual programa de gobierno. En otra nota traté el tema de plagios y omisiones de fuentes y aún siguen con la misma perversión: fotografías repetidas en diferentes documentos, montajes de fotografías en textos, frases completas sin citar fuentes, logos de organizaciones bajadas de internet o cartas para legitimar procesos colectivos, afirmaciones abstractas…

Y cuando digo que sabemos escribir, es porque fuimos a colegios y universidades para aprender a redactar párrafos y textos; estamos en capacidad de escribir la historia que aún reposa en la memoria de nuestros abuelos, mujeres y niños, estamos en la capacidad de escribir los más hermosos versos de amor, la más tradicional de las narraciones wayuu y también para redactar informes y memoriales en defensa de nuestra historia.

Que la decadencia de los discursos vacíos y sus males no afecten nuestros sueños de buenos tiempos…

IGNACIO MANUEL EPINAYU PUSHAINA

C.C. 5.185.122

SE OYE UN GRITO EN EL DESIERTO...

Al tío “Migue”, a quien le canté muchas veces “tres canciones”…
Hablo del tiempo en que el casete, era el reemplazo del disco de vinilo, el tiempo en que los artistas lanzaban el último “lonpley”, en ese entonces era común ver las grabadoras “silvercroun”, colgadas con sus propios cables en la espalda del paisano en bicicleta, mientras sonaban las canciones de Diomedes Díaz: Niirrain Yomede, el canto de Diomedes. Las baterías eran las pilas varta y las everredi,recargadas bajo el inmenso sol que ilumina siempre el diserto.
Cuando tenía 6 años amenizaba las parrandas de mi tío Migue, cantándole por monedas de cinco pesos (de las grandotas, con la imagen de Policarpa Salavarrieta), la ventana marroncita, que en realidad se llamaba tres canciones. A los 8 años aprendí las canciones de Diomedes para arrullar al llorón de Bena, para dormirlo y tranquilizarlo cuando la mazamorra se demoraba, también me aprendí algunas de los Hermanos Zuleta y Jorge Oñate, eran tiempos de Toby Murgas y Ender Alvarado (Campesina Ibaguereña), Héctor Zuleta y Adaníes Díaz (Marianita) y Daniel Celedón (a fuego lento). Lo malo del casete, era cuando mi papá me levantaba a las 2 o 3 de la mañana para repetir la misma canción. Me gané muchos “cocotazos” cuando fallaba en el cálculo del inicio de la canción.
Con el tiempo cambiaron las canciones, los cantantes y los temas de las canciones, luego vinieron los diablitos, Silvio Brito y otros cantantes y cantanticos, pero siempre se mantuvo Diomedes. Recuerdo que el último “lonpley” que pegó duro fue “mi vida musical”, era la época en que Chavé me enseñó a cantar “Vallenato y Guajiro” con resultados altamente desastrosos por mi falta de oído y ritmo musical, y la voz que no me ayudaba!... Ni que decir de nuestro intento de armar un conjunto con William, Macatán, Tikitán, Huber, Bena y yo, sólo se escuchaba el ruido de la caja!.
Ay hombe!... Aunque es un elemento externo a nuestra cultura, el vallenato siempre estuvo presente en la cotidianidad wayuu, hasta el punto de que en el siglo pasado se escuchó bastante una canción cantada en wayuunaiki cuya letra comenzaba así: “pirraka majayura, müliashi taya pirre..” y un miembro de nuestra etnia de apellido Mengual fue (es?) un buen verseador y brillante participante de los festivales vallenatos. Es el vallenato esa ventana que ha comunicado de forma cordial, el impetuoso y arrogante sainjala alíjuna (atropello de lo no-wayuu) con el calmado y expectantesukuaipa wayuu (la manera wayuu).
Evoco estas imágenes como acto de indignación frente a la pésima canción que promociona el festival de este año: “yo soy wayuu”. También escribo esta nota, como respuesta a tu pregunta de si canto; te digo como el canto de Diomedes “…yo también canto bonito, cuando a mí me da la gana” y te canto a ti, porque como canta el hijo de Diomedes, “eres la pista donde baila mi alegría”…
Se las dejo ahí…
IGNACIO MANUEL EPINAYU PUSHAINA
C.C. 5.185.122

HA DICHO USTED NACIÓN WAYUU?

Habría que revisar en la historiografía oficial cuando fue la primera vez que se habló de Nación Wayuu para referirse a Woummainpa, pero por el momento basta afirmar que el primer intento serio por conceptualizar desde lo wayuu, es el ensayo literario de Isaac Barros, titulado “Woummainpa, los componentes de una Nación” (Revista Ranchería). De ahí en adelante he visto revisticas institucionales con graves faltas en la omisión de citas y fuentes, lo cual pone en duda su contenido y afirmaciones (p.e. “desafiaron los símbolos de la cultura católica española bebiendo chicha en los vasos sagrados de las iglesias…”). Lo anterior, para decir que la Nación Wayuu como concepto se ha puesto de moda y requiere desde todo ángulo ser descrita, conceptualizada, debatida, consensuada y socializada por y para todos en aras de no caer en el juego de aceptar todo como verdad absoluta.

Hablar de Nación wayuu, es hablar de un conjunto de personas (wayuu), que hablan el mismo idioma (wayuunaiki), que tienen las mismas costumbres (soñar, realizar dos entierros de sus muertos, continuar el linaje por línea materna…), hasta un sistema de creencias (Jepirra, yolujá, pulowi, juyá…), faltaría agregar a esta definición la existencia de un componente para el ejercicio pleno y autónomo de la identidad cultural: el territorio, ese espacio vital donde se desarrollan los componentes del sistema cultural de los miembros de la Nación wayuu. Ese territorio usurpado por intereses particulares en nombre del progreso y el desarrollo; malvendido por los nietos de juyá que aprendieron a leer y escribir pero que olvidaron las nociones básica de sumas y restas… negado a sus dueños ancestrales, el territorio siempre ha sido de los wayuu aún cuando muchos intenten negarlo con tecnicismos amañados a fines e intereses de los gobiernos de turno.

No olvidemos que la Nación Wayuu se encuentra en medio de dos Estados (Colombia y Venezuela) con intereses disímiles en su visión de desarrollo (Socialismo siglo 21 vs. TLC), pero con intentos idénticos en sus políticas asimilacionistas (p.e. la educación) y requiere urgentemente un fortalecimiento endógeno y una proyección exógena, so pena de convertirse en un objeto del museo de la historia de las nacionalidades que pudieron ser y no lo fueron por la fuerza de la apatía de sus miembros.

Se requiere de un desarrollo endógeno a partir del fortalecimiento de las prácticas ancestrales heredadas de los abuelos, volver a soñar y narrar el significado de los sueños, volver a escuchar las voces de los ancianos en las madrugadas, escuchar narraciones, cantos, leyendas e historias de amor y guerras; implica volver a los principios de solidaridad y reciprocidad, pero también es necesario revitalizar la lengua como elemento de resistencia, ello es posible hablando, palabreando y llenando los celulares y emisoras radiales con wayuunaiki en las cotidianidades del desierto nuestro, de modo que el sonido de la kasha (tambor) y la maasii (flauta) sea más alto que los pitos del tren que expolia los frutos de la tierra…

También se requiere de acciones exógenas que permitan potenciar y visibilizar toda nuestra grandeza como Nación y para ello es el momento de dejar de ser actores pasivos en los gobiernos y las decisiones de turno. Los que fueron acogidos en nuestra Nación, nos engañaron durante décadas haciéndonos creer que no teníamos capacidades para decidir y les permitimos gobernar con los resultados ya conocidos; nos hicieron creer que no sabíamos votar y por eso suplantaron nuestros votos para hacerse elegir; nos dijeron que Etnoeducación era dictar contenidos curriculares alíjuna en lengua wayuu, les creímos y por eso los líderes de hoy hablan (los que hablan!) en wayuunaiki pero piensan en alíjunaiki; nos dijeron que éramos importantes para la capital indígena de Colombia y fuimos el centro de atención de cámaras y pasarelas en los festivales, pero al poco tiempo éramos fantasmas habitantes de las calles y el olvido en la tierra que brilla, y aunque hemos sentado wayucos y mantas en puestos importantes de los gobiernos, también es claro que ellos (los wayucos y mantas) nunca pensaron y hablaron en wayuunaiki, sino que hablaban mal el alíjunaiki y dudo mucho que pensaran …

Ahora somos una generación que creció viendo injusticias (“cuánta ropa y cuántos platos hemos lavado”…), viendo mendigar favores personales en nombre de la compasión de otros, hay una generación que se resiste a mantener el estado de ostracismo en que nos han querido sumir, para volvernos parte del paisaje cultural guajiro… Escuchamos, leemos y escribimos en alijunaiki; pero también pensamos, escribimos, leemos, hablamos y oímos a nuestros viejos en wayuunaiki y añoramos en un tiempo cercano dar el poder de decisión a los miembros de la Nación Wayuu (95% del total de habitantes de Uribia, la tierra que brilla, la capital indígena de Colombia!). Si en siglos pasados aprendimos a usar los caballos y armas de fuego extranjeros, ahora hemos aprendido el idioma y las formas de decidir para comenzar a regir nuestro destino. Tenemos talento y capacidades.

A las nuevas generaciones les digo, como siempre, que duden de todo lo que le han contado, incluso de lo que les he contado… Que los espejitos sirvan para reflejar nuestra grandeza, pero nunca para distraer nuestra atención.

IGNACIO EPINAYU PUSHAINA

C.C. 5.185.122

ALIMENTO TRADICIONAL WAYUU: SOMOS LO QUE COMEMOS?

A los muchachos con quienes recogía iguarayas y cerezas en esos tiempos idos…
Ha dicho usted “alimentos transgénicos”?, cómo contarle a un viejo que los alimentos que antes consumían las personas ahora es consumido por los automóviles?. La industria agroalimentaria (y la biotecnología!) crece de forma alarmante y el horno microondas ha suplantado al fogón donde se contaban los sueños y preparaba el alimento tradicional, era esa forma de transmisión de conocimiento que se convirtió en el silencioso soporte de nuestra cultura durante centurias de existencia en woumaiinpa (Nación Wayuu).

Siempre me contaron (nunca lo pude probar) que los viejos se alimentaban asando una especie de gusano verde que llamaban jirrijir, después tulujashi (carne cocinada y preservada por mucho tiempo) con yajaa (arepa de maíz, nada de harinapan!), también se consumía laüjala (maíz fermentado) ykojosü (leche cuajada), lo mismo que el frijol verde cocinado en sus cáscaras acompañado de queso; en las noches de yonna y luna llena, se consumía poii (cocido de maiz y frijol), ujoluu (chicha a base de maíz), y al parecer también se repartía sawaa.

También era muy placentero comer shapülana, ese plato delicioso que es un guiso a base de frijol, manteca de cabra, auyama, shimuna (pepino?) y otras especies silvestres; en cada preparación siempre había una historia para contar. También viene a la nostalgia el yajaushi (mazamorra con leche), la mazamorra de maiz y la chicha de auyama.

Después vino la mantequilla, la harinapan, la salsita, la maggi, el arroz, la salsa de tomate, lamaltínpolar, la coca cola, el nestí y otras vainas raras bajas en caloría. Y el friche?. El chivo ha sido esencial en la dieta wayuu, y se aprovecha del chivo todo lo que pueda consumirse y en diferentes formas: guisado, asado, en sopa y por supuesto frito, que es lo que llaman jurricha y guajirizado como “friche”. Pero no sólo se consumía chivo!. Sumado a la variedad de animales referenciados en múltiples textos (cerdo, venado, armadillo, gato de monte, conejo, alcaraván, iguana, tórtolas…), están los productos marinos, y con ello la dieta wayuu estaba dotada de múltiples alternativas para el consumo cotidiano.

En épocas de cosecha se recogían frutas silvestres: jaleesapai, yosuu (fruto del cardón), jaipai(cereza), koushot (sauco?), maliirra (ciruela muy ácida), shimuna (pepino?), mokochirra, irrúa, así como el fruto del emblemático trupillo (Prosopis Julifora).
Conseguir alimentos y frutos silvestre era la aventura de construir historias, re-conocer el territorio, re-conocer el entorno, generar espacios y condiciones de compensación entre la naturaleza y nosotros, a través de los sueños. Era mucho más que agregar ingredientes y apretar el botón…

Era mejor la dieta wayuu de antes comparada con la de hoy?. La respuesta sería muy sesgada y subjetiva por carecer de pruebas que la sustenten, pero es seguro que en cada alimento preparado por nuestros abuelos había una historia, una anécdota, cada comida tenía un sazón tan propio como propia era su historia.

Si es cierto que somos lo que comemos, podemos afirmar que los alimentos de hoy vienen empaquetados y precocidos y con ellos las historias estáticas en libritos y cartillas, contrario a las historias permanentemente construidas en los alimentos tradicionales…


@Ignacioepinayu

URIBIA EN COLOR SEPIA

A Encho, quien motivó la gestación de esta nota…

Indudablemente detrás de una historia oficial contada a blanco y negro, hay una historia de sitios y personajes (en color sepia), que existe en la memoria de quienes la hemos vivido y está ahí viva (ignorada?) para ser contada. Quiero evocar a la Uribia que viví hasta el año 97, fecha en que definitivamente, hasta hoy, inicié mis pasos por el camino de la ausencia.

Esta es una nota de nostalgia (muchos de sus protagonistas ya se han ido), pero también de remembranza para que las nuevas generaciones conozcan un retazo de la historia de su pueblo, su propia historia.

Empiezo por las tiendas de barrio (se llamaban colmena!), esos sitios donde fui a hacer “mandao”, para comprar desde el boli hasta la infaltable harinapan: recuerdo la tienda de Mirza, de Dona, de Diego Pérez (que duró poco), de Édita atendida por Piper, de Aljure y la vieja Fela. Deniris, Eleazar y Mingo Brugés, también tenían colmena!. En las colmenas compraba hielo en bolsita, aceite medido según el presupuesto y café para atender las visitas; también compraba salsita y pastillas maggi para sazonar la comida. Ah!, también esperaba la ñapa.

De las colmenas iba a los mercados o tiendas más grandes. Recuerdo el “mercadito guajiro”, “los Fuminaya”, con la vieja “Franca” al mando (recuerdan a “conco”?), la tienda de Eneida y la señora “Chama”, después fueron las de “Justo” y “Anita”. El primer billar fue la “gota leche”, no recuerdo si hubo muertos; la cancha de futbol más famosa era la de “Rico”, cuna del glorioso Independiente Uribia (yo jugué en Wayuu Futbol Club y el técnico era Anselmo); el cementerio donde reposan los restos del doctor Cayetano, se llama San Cayetano y la plaza Colombia (el monumento al fósforo) era el lugar donde se hablaba de política sin políticos. La primera “caseta” era la de Proaguas, que quedaba en el sector de las “casitas”, después fue la de Deniris (luego fueron las minitecas); la sopa más sabrosa era la de “Chavelona” y “Chelalo”, en la esquina del barrio “el peo”, donde le propuse el primer debate público a un alcalde de elección popular; las panaderías eran las de los “Posada” y los “Castelar”, después fue la de Virgilio Teherán; la primera heladería fue la de “Galán”, en la esquina de la plaza, después fue una que se llamaba “Jemetzü” donde Idalide y los “batidos” de “el vecino”. La primera droguería era la de none, atendida por Carlos Pimienta.

Después de “el tambo”, el primer mercado wayuu fue “las pulgas”, que inició con unas tienditas debajo de un gigante trupillo al lado de la casa de “Juancho”, antes del traslado al sitio actual, en las pulgas vendí arepas con chicha; la primera “colmena” era la del “cachaco venao” (señor Henao?), después surgió la de Franco, y al lado llegó Trini a fritar las mejores empanadas y arepas (y cómo no recordar el desayuno con carne de tortuga, donde la mamá de toñito). Encho me dice que recuerda los merengues de visita, la abuela de siso y los dulces de Delia, la mamá de Maida.

Aún recuerdo el Parque Santander, cuando estaba sin techo; también la “protección indígena”, donde se quemaron los archivos que siempre quise organizar, desde Telecom hice mi primera llamada para descubrir que este mundo iba más allá de cuatro vías y recuerdo con nostalgia la casa de la cultura cuando el flojo me prestaba los libros para llevar a casa. Todavía aparecen murales firmados por hupi?

En la registraduría “cogía” mango-biche, porque eran más sabrosos que los del acueducto y los tamarindos de la casa cural eran los mejores; Ícale y Rafita tenían los primeros carros F-100 que viajaban a Maikou y donde Juaco, vendía los cueros de chivo.

El matadero, camino verde, la sesenta, jororo, la normal y sus pelás, el bachillerato y el salón quemao, el abuchaibe de 2 salones, el boli con pan, el fonseca-siosi partido en dos por la carretera, el arroyo, el internado y sus monjitas, patio bonito, el huracán yoan, el festival de la cultura wayuu, el depósito 5, Proaguas y sus ingenieros, los paquitos de kalimán y águila solitaria, las procesiones, los “castillos” y “varillas” que me asustaban en las fiestas patronales, los juegos de trompo y boliche, las cometas con cuchillas en el rabo, la terapia, el equipo de rico, guaguao y sus peleas, el gran peyo, la profe sibeyicon sus “cocotazos”, el profe Rodolfo con filosofía e historia, pampo y caprile sacándose el copete, la gente que pasaba al frente y movía las manos diciendo adiós…

En Uribia, la tierra de los chinitos, recité mi primer poema, leí los primeros libros y también tuve el feliz instante de acunar tu aliento en mi corazón y el aroma de tu voz en mi memoria...

IGNACIO MANUEL EPINAYU PUSHAINA

C.C. 5.185.122